Algunos creen -no pocos- que el cristianismo, y mucho más la vida religiosa, es una renuncia permanente... como que te propusieran perder la vida...
Cada vez estoy más convencida que es justo lo contrario: El mismo que nos creó es quién nos llamó. Entonces, ¿como va a borrar con el brazo lo que escribió con la mano? Nos hizo para ser felices, llenos de regalos ¿y después nos va a pedir que no lo seamos?
Todo al revés: Su invitación, Su propuesta, es la de
vivir plenamente.
Somos nosotros los que buscamos la felicidad donde no la vamos a encontrar -por ejemplo, creyéndonos el centro del universo.
Y también, a veces sucede que, cuando las cosas son muy grandes, muy buenas, cuestan caras... Pero ¿vamos a estar pensando la plata que gastamos si con ella nos compramos algo maravilloso? Lo mismo, ¿vamos a estar pesando la renuncia si es para alcanzar lo que es muchísimo más grande?... ¡Eso es tonto y no lo hace nadie!
(Perdón, a veces sí lo hacemos en nuestras opciones de vida)