Para los religiosos -y no es así para todos los consagrados- nuestra consagración se resuelve , se realiza, o se vive, en comunidad.
Aunque creo que en general no es algo que llame la atención, al menos para mí es lo más difícil y tal vez lo más significativo de nuestro peculiar estado de vida.
Vivimos juntas, en fraternidad, personas que no se han reunido por una amistad, parentesco, afinidad. Fuimos 'convocados'. La causa, centro y motivo de nuestra unión es JESÚS.
Las contemplativas suelen ser comunidades fijas; allí donde uno entra permanece; las apostólicas, en cambio, variamos, nos trasladan de un lugar a otro según vean los superiores.
Creo que la comunidad es el lugar donde más se vive la vida cotidiana -y se manifiesta todo nuestro 'natural', el de cada miembro- y que se hace realmente posible cuando está firmemente basada en lo 'sobrenatural'.
Es Dios el que posibilita y sostiene este encuentro.
Pienso que en el matrimonio, y la familia que deriva de él, sucede lo mismo: la vida natural se podrá dar, sobre todo, si está cimentada en el Don de Dios. De ahí el fundamento del sacramento.
El mandamiento de Jesús, que es el resumen de la vida cristiana, sólo se puede vivir desde la caridad, virtud teologal, don de Dios.
jueves, 2 de septiembre de 2010
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