lunes, 23 de agosto de 2010

Del hábito y otras hierbas...

Cada vez le encuentro más sentido al hábito.
Es que como mi deseo profundo -aunque tantas veces no lo cumpla- es anunciar con mi vida que Dios es nuestro Padre y nos ama del todo; y por otro lado cada vez tengo más certeza de mi fragilidad, me alegra muchísimo poder anunciarlo por lo menos con mi apariencia:
Miran y dicen: Es una monja; cree en Dios. Por algo se habrá jugado la vida en eso.

Claro que, para eso, la que viste el hábito debe tener un mediano aspecto de mujer feliz y agradable… Pero con eso me parece que no tengo problema porque estoy bien contenta con la vida.

Quiero decir: si para ser anuncio de este Dios Bueno, que nos ama del todo, tengo que ser primero santa yo… vamos muertas.
En cambio así, puedo anunciarlo a los cuatro vientos sólo con mi aspecto.
Y si me conocen más, podrán ver en mí una prueba de su Amor Misericordioso que nos quiere del todo, frágiles como somos. Y también, ojalá, de mi intento de corresponder cada día más a ese Amor con el mío.

martes, 10 de agosto de 2010

Sólo Dios es bueno (Lc. 18, 19).

Lo dice Jesús en el Evangelio.
Hay un solo bueno.
Nosotros tratamos de serlo, deseamos serlo, pero siempre nos faltará mucho. Por algo todos en nuestras oraciones nos reconocemos pecadores:
En el Padrenuestro: ‘perdona nuestras ofensas…’
En el Avemaría: ‘Ruega por nosotros pecadores’
Los consagrados, religiosos, sacerdotes –y cristianos todos ¿por qué no?, pero de un modo especial nosotros- estamos llamados a testimoniar, desde la certeza de nuestra pequeñez –‘No temas, pequeño rebaño’- la amorosa e inmensa Bondad de Dios.

(A veces nos confundimos y creemos que los buenos somos nosotros, y de esto surge mucha confusión)
¡Ésa, la experiencia cierta de la infinita bondad de Dios, es la causa y la razón de nuestra alegría!