¡Qué pena grande todo esto que está saliendo a la luz sobre sacerdotes y religiosos que han abusado de menores!
La pena es que sucedan cosas así. De ningún modo que salgan a la luz, ya que creo que resultará seguramente hasta sanador: para que todos pidamos perdón como pertenecientes a
Es verdad que es un tema –desgraciadamente- no privativo de los religiosos; sino bastante más usual de lo que parece entre familiares o conocidos ‘respetables’ cercanos. Incluso creo que dentro de ese grupo ‘conocidos respetables’, deben entrar los casos de curas y religiosos. Pero es más grave, me parece en estos casos, ya que se supone que tenemos una mayor responsabilidad moral, lo que da también un signo de doblez o hipocresía.
Por otro lado, da pena porque la gran mayoría tratamos de vivir rectamente, en línea con lo que anunciamos. Y, aunque es evidente que somos tan pecadores como cualquiera –y caemos muchas veces-, el intento de seguir en serio a Jesús -y creo que también la compañía de los hermanos- nos ayudan a llevar una vida bastante transparente y fiel.
Y con estos casos, muchas veces, la idea que queda al común de la gente es de que somos unos falsos. Y eso no es fácil de quitar.
Pero, como digo arriba, la mayor tristeza es que algo así pueda suceder.
¡Dios nos perdone! ¡Y las víctimas de los abusos también!
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