
Creo que muchas hermanas han dejado de usar hábito porque lo veían como un signo que ellas no querían transmitir: separación, ponerse en evidencia como ‘personas especialmente entregadas a Dios’ mejores que los demás…
No he querido quitármelo –y no es que me asuste andar sin él- porque creo que sigue siendo válido como signo, actualizado -también el modelo- al hoy:
No creo que haya nadie, gracias a Dios, que hoy piense que los religiosos somos mejores que nadie (más bien al contrario, algunos creen que somos muy hipócritas), o sea que no hay ningún peligro de que pueda estar haciendo ostentación de ello. Más bien, creo que al llevar hábito lo que anuncio es que hay personas –una yo-, compañeros de camino, que intentamos centrar nuestra vida, de modo exclusivo, en la búsqueda de Dios, en el seguimiento de Jesús, y su deseo de formar un verdadero mundo de hermanos.
Pongo ‘intentamos’ porque es así: No es que lo logremos, sino que a veces estamos bastante lejos de eso, pero tratamos entonces de volver a empezar.
Por eso, ahora usar hábito es un riesgo. Porque, por un lado, tus hermanos religiosos te ven perimido o antiguo; y por otro, estás expuesto y todos pueden ver que muchas veces fallás en el intento.
Pero creo que esos riesgos –y mucho más en la causa de un Dios que es pura Misericordia- ¡valen la pena!